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miércoles, 6 de febrero de 2013

Rosa, con olor chicle bazoka.

El otro día fui a una exposición en una catedral. Se trataba de una colección muy cuidada de obras de arte y piezas de museo, en el interior de la catedral restaurada, un trabajo magnífico. Me colé entre un grupo de visitantes que a diferencia de mí había pagado una visita guiada.
La guía del museo --Que no dejaba de mirarme mal porque sabía que no había pagado-- nos llevó de la mano por todas las estancias, que tenían un caracter solemne y arrollador. La exposición estaba ordenada cronológicamente. Lo macabro sucedió al llegar a parte correspondiente a la "época actual", fue cuando dijo:
--EEEh, bueno, llegados aquí queríamos hacer una reflexión a cerca todo lo anterior. Así que hemos colocado junto a estos arcos góticos una casita de muñecas rosa. Por eso un aroma chicle bazoka impregna la estancia. Lo que queremos es abrir un espacio a la reflexión--
Atención al cesped artificial colocado en los asientos de la casa

Estos son los fantásticos interiores diseñados por Agata Ruíz de la prada
Y esto es lo que ves si sientas tu pompis en el cesped artificial y miras al frente. Desde luego  reflexionas, los muy malditos efectivamente lo consiguen.
 Olé, así se corona una exposición. Si hubiera intentado inventarme una forma de dinamitarlo todo, no se me hubiera ocurrido algo tan sublime. Estás ahí tranquilo disfrutando de unas buenas figuras policromadas y PAM!, Hello Qitty llega y te arrea un guantazo. Todavía tengo grabado el aroma del chicle bazoka, me dan arcadas...
¿Tratan de decirme que la historia del arte converge a esta locura? ¿Una casa de muñecas rosa representa el devenir del arte actual?

Una experiencia única.

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