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jueves, 7 de febrero de 2013

Arte abstracto, mi ópera prima

El episodio de la casa rosa con olor a chicle bazoka (ver entrada anterior) me produjo tal turbación que sin duda dañó irremediablemente mi cerebro. Estando yo concentrado en otras cosas de repente me sorprendí haciéndo rallajos en una hoja de agenda --de 2006, que uso como papel de sucio--, al fijarme en lo que estaba haciendo me di cuenta de que se trataba sin duda de una obra de arte abstracto.
Poseido, empecé a pintarrajear, vertí café, emborroné la tinta del reverso --que estaba lleno de inconexas formulas, ruido matemático--. Este fué el resultado
Hela aquí, mi obra pinchada en la pared. Técnica mixta: rotu de los chinos, lapices azul y rojo fabercastel, café y hoja de agenda del 27 de febrero de 2006.

Es obvio, pero lo diré: La obra es una reflexión a cerca del espacio y el tiempo, los colores son usados para dar profundidad espacial y el uso de la hoja de agenda representa el devenir del tiempo en un sentido atávico. El reverso del folio, plagado de complejas fórmulas, se transparenta gracias al uso del café --que aporta una dimensión trivializante-- obteniendose un efecto de complejidad subyacente. El hecho de que la firma esté rota, resta egocentrismo a la autoría y cede la pertenencia de la creación al propio público, que pasa a ser protagonista y centro del proceso creativo.

No entiendo el arte moderno y sé que no lo entenderé jamás. Es superior a mi, tengo que aceptar y acepto que carezco de esa sensibilidad artística. Es por ello que creo semejantes aberraciones.

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