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miércoles, 13 de febrero de 2013

Emptiness Muffin

Soy amante de las bolsas de magdalenas de kilo marca día (o eroski en su defecto). Esas preciosidades monoenvueltas --palabra inventada--, que puedes comprar en cantidades industriales por solo un euro.
¡Joder!, ¡Abrí una de esas bolsas y me encontre que, entre la maraña de magdalenas monoenvueltas había un envoltorio vacío pero hinchado de aire!
No se aprecia bien, pero se trata de el papelito de celofán del envoltorio encerrando un espacio sin magdalena, una metáfora del vacío perfecto. Un claro indicio de la decadencia post-industrial.
Atención a lo gorda que es la mano que abraza la bolsa.

Bueno, la idea de que un empleado de la cadena de montaje tenga un mal día, y decida tirarse un pedete --una llufita para ser precisos-- dentro de uno envoltorios y lo devuelva al proceso de envasado como si nada. Se trataría de una broma maestra.
Lo central de esta idea, el kernel de lo que quiero expresar, es que yo nunca percibiría semejante jugada, porque para mí esta bolsita vacía es una reliquia, una rareza, la guardo como oro en paño y jamás violaré su sagrada clausura para oler el interior, nunca seré capaz de hacer una cosa así.

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