Etiquetas

viernes, 28 de noviembre de 2014

Ilusión de Control; Capítulo 2

Capítulo 2
Al día siguiente apareció el Toyota rojo de Dani bajo mi ventana y pronto los vi a los tres atravesando la puerta.

Dani es gordo. Si, Gordo. Quizás aún más que yo. Bueno, no exageremos, dejémoslo en que los dos tenemos algún kilo de más, sin llegar a la morbidez. De hecho, ahora que lo pienso, la gordura es nuestro vínculo más fuerte. Disfrutamos llamándonos \emph{gordo} --y variaciones cariñosas como gordito-- con fruición.

"Gordi, mira a que dos juláis te traigo'' Dijo el muy gordaco.

Y detrás de él estaba Fer, tan alto y con la semblanza de un bicho palo --pero nuestro bicho palo--, casi golpeando el techo con la cabeza. Junto a Fer iba Raul, el único anatómicamente normal del grupo. Corrimos a abrazarnos y palmearnos las espaldas.

En el coche casi no cabíamos. Yo iba en el asiento de delante con varias mochilas en mis rodillas. Fer conducía, porque todos sabíamos que Dani es un desastre al volante. Detrás Dani y Raul nadaban entre mochilas, la guitarra de Fer, esterillas y otros bártulos.

Estábamos eufóricos. Atravesamos alcalá con la intro de Dragon Ball a todo volumen. Meses después supimos que en ese momento nos habíamos saltado un semáforo y que una maravillosa cámara de tráfico había inmortalizado la infracción. 200 euros.

Salir de Madrid fue liberador. Trigo trigo y más trigo a ambos lados de la carretera. Fer ondeaba el brazo en la ventanilla mientras conducía y nos hablaba de su último proyecto.

''Estoy terminando un corto, creo que este va a ser mi primer trabajo serio, mi carta de presentación".

''¿De qué va?''. Preguntó Dani.

''Empieza con una mujer que es maltratada por su marido. Un día ella llega a casa con la cara amoratada y se encuentra una nota pegada con un imán en la nevera que dice te dejo. De ahí todo fluye''.

La idea me golpeó. Era buena, muy buena. Un año después tuve ocasión de ver el corto terminado y me encantó. Efectivamente, este trabajo llamó la atención en el círculo de directores en que Fer se movía y fue sin duda lo que propició que dos años después dirigiera su primer largometraje.

En seguida atravesamos Extremadura. Cáceres y Vadajoz pasaron delante de nosotros rápida y silenciosamente. Finalmente llegamos a nuestra ansiada Lisboa.

Allí habíamos reservado en el hostal más barato que pudimos encontrar en internet. Nos esperaba Claudia, que venía de un tour por Cataluña. La encontramos con sus típicas botas de monte, sus rastas y sus ropas sueltas hippies. Nos recibió muy emocionada, como si hiciera años que no nos viéramos.

Luego pensando un poco acordé de que Claudia había estado un tiempo con Fer y unos meses antes había estado acostándose también con Raul, pero nada serio según tengo entendido. Y allí estaban, tan amigos todos, sin que eso les afectara. Siempre me gustó que mis amigos follen, especialmente entre ellos. Id y reproduciros.

''Hey tíos, ¡Cuánto tiempo!. Oye qué salimos a petarlo ¿no?, ¡Esta ciudad es la polla!''

''Joder Clau tía que ansia de perreo me traes'' Dijo Dani.

Dani usaba la palabra perreo para todo tipo de gambiteo o fiesteo que se presentara en su camino.

Y salimos a quemar los bares. La cerveza sabía diferente, la ciudad estaba loca. Subimos las interminables cuestas hasta llegar al Barrio Alto.

''Dani tío, ¿Traes la piedra?'' Preguntó Claudia.

''Tranqui tía, en seguida nos hago uno".

Dani siempre fue todo un maestro --Sensei incluso-- del noble y ancestral arte de liar porros. Puede que para otras cosas sea un desastre, pero en eso es nuestro Sensei.

Debo hablar aquí de nuestra relación con los cannabinoides. Ninguno de nosotros excepto Dani, era fumador habitual. A decir verdad, casi diría que solo fumamos cuando estamos con él. Es nuestro nene malo, nuestra mala influencia. Bendito sea.

Al salir de un bar, junto a un parque --como suele ser-- nos sentamos juntos y fumamos cual indios dentro de un tití.

''Ufff, hacía milenios que no fumaba uno de estos'' Dije yo, mientras daba una calada a un enorme petardo que Dani había liado para nosotros.

Nos lo fuimos pasando y Claudia empezó a hablar de química orgánica, que es lo que suele hacer cuando se coloca. De la química pasamos a hablar de amor y sexo.

"Pues sabes Hector, yo creo que nunca he hecho el amor. Yo solo he follao'' Confesó Claudia. "De hecho, creo que nunca he estado enamorada, yo no he sentido todo eso que la gente describe".

"Qué curioso, yo diría que he estado enamorado tantas veces que he perdido la cuenta" Dije yo.

Siempre me fascinó la gente que afirma no haber estado enamorada nunca ¿Quién se engaña, ellos o yo? ¿Será que no han identificado esa emoción cuando la han sentido, o que no la han sentido en absoluto?

Más bares. En uno de los garitos suena Héroes del Silencio. Gritamos hasta quedarnos afónicos la letra de Sirena varada.

A partir de aquí la noche se hizo difusa y no la recuerdo bien. Lo que si recuerdo es volver al hotel riendo y cantando, alterando la paz vecinal.

Recuerdo pensar mientras sostenía a Claudia para que vomitara Tengo que ver a Gabi. Tengo que contarle un millón de cosas. Dudas, historias, decisiones... Tengo que pasar por Logroño y ver a Gabi. Dibujadme pensando esto con la mirada perdida, entre arcada y arcada de Claudia. No sería la última mujer que observaría vomitar en este viaje.
El hecho de que pensara eso en ese preciso momento no es muy raro, me encaja. Suelo tomar importantes decisiones mientras asisto a personas en momentos difíciles, como una borrachera fuera de control.

No hay comentarios:

Publicar un comentario