Capítulo 1
Tengo que reconocer que mi asunto con el mendigo era bastante demencial, pero al fin y al cabo es parte de la historia. De hecho, según he creído entender después de todo este tiempo, es la clave, quizás el detonante de lo que vino después.
Yo vivía cerca del centro. Me gustaba pasear por el templo de De Voth. En algún momento comencé a hablar con él. Él siempre se sentaba en el mismo banco, junto a la panorámica de Madrid.
El hecho es que llegamos a una especie de relación que se resumía en que yo me sentaba a su lado en el banco y le contaba mi día a día. Y al narrar mi día a día, siempre tomaba control mi costumbre de imaginar las historias de la gente que se sienta frente a mi en el metro. Este tipo de fantasías, era con las que más se deleitaba el mendigo.
''Hoy he visto a una pareja sentarse al fondo del vagón. Ella estaba terriblemente borracha. Él llevaba un polo Lacoste y la miraba con ojos lascivos'' Le dije un día.
''Y bien, ¿Cuál es su historia?'' me preguntó.
''Ella finge estar borracha y él finge aprovecharse de ella, diría que son un matrimonio que juega un role-playing muy truculento, para especiar su vida sexual".
''Esa es buena" dijo el mendigo riendo tan fuerte que parecía que iba a dislocarse la mandíbula. "Parece que siempre sacas perversiones sexuales cuando no se te ocurre que otra cosa inventar"
Otras veces jugábamos juntos a inventar este tipo de historias y él me contaba algo improvisado acerca de alguien que pasara cerca de nosotros en el parque.
''Esos de la banda de ahí, los que acaban de tocar Sultans of Swing, son en realidad los que compusieron la canción. Pero estaban empezando y se la vendieron a los Dire Straits cuando eran jóvenes. Y ahí están, tocando en un parque, muertos de hambre, haciendo realidad la letra de su propia canción.''
Era un maestro, sin duda mucho mejor que yo imaginando estos cuentos.
Pero otras veces contábamos historias reales, historias de nuestras vidas. Le contaba mis dudas, mis demonios. El me contaba sus andanzas de los años que pasó en las carreteras.
La idea de contarle tus demonios a alguien que vive en la calle es cuanto menos peregrina. En fin, en cierta medida nos ayudábamos el uno al otro.
Pronto comprendí que el mendigo no tenía ningún tipo de adicción, que llevaba el tipo de vida que había elegido --si es que tal cosa es posible--. Varias veces le ofrecí mi ayuda, pero solo estaba interesado en conversar, no quería que interfiriera en sus asuntos.
A lo que voy es que este quit pro quo me reconfortaba, me hacía replantearme muchas cosas y me ayudaba a confrontar mis dudas. Que eran las que habían tomado control de mi vida. Aún así yo quería creer que era yo el que controlaba lo que me ocurría.
Cierto día al pasar junto a la banda que solía tocar en el parque no encontré a mi querido mendigo. Me pareció extraño y pregunté a otro vagabundo que, según sospechaba, era amigo suyo.
"Hey, perdona, ¿Conoces al que se sienta aquí siempre?'' Dije, intentando evitar la palabra mendigo para no ofenderle. Pues aun con todo nuestro bagaje no conozco el nombre del susodicho.
"Si, a ese lo han pillao los maeros ayer tarde, algo debió robá'' Me contestó haciendo con la mano el gesto universal del pillaje.
El muy pánfilo había vuelto a tomar prestado algo. Si, si, muy sereno pero el concepto de propiedad privada nunca lo tuvo muy claro.
Y así fue como me vi sin guía espiritual. Me dije ¿Qué hago yo?, soy ateo, la filosofía a pesar de todo ya no me llena y las drogas no me sacian...
Por aquellos días había ahorrado algunos euros gracias a mi trabajo como librero. Oficio que me agradaba a ratos. Después de estudiar cinco años de Filosofía, estaba decidido a dirigir mi carrera hacia el mundo académico. Pero vista la dificultad extra que planteaba para los de mi gremio el yugo de la crisis económica, tenía que conformarme dando píldoras de consejos literarios a mis consumidores habituales de la mítica calle Libreros, junto a la Gran Vía de Madrid.
Coincidía que Fer y Raul habían vuelto de su viaje por el Sahara y seguían con ansia viajera.
Un domingo Dani se presentó en mi casa y con su entusiasmo habitual me informó de lo que habían estado planeando.
Antes de continuar debo resaltar que Dani es el ser más hiperactivo que conozco. Está loco por vivir. Todos los que tenemos la suerte de conocerle coincidimos en que cada minuto con él te hace amar la vida un poco más. Cierto es también que suele provocar sobredosis de pasión. Cuando se le mete algo en la cabeza no para hasta que le mandas a la mierda de un portazo y le dices que sí. En ese sentido podríamos decir que Dani es el Dean Moriarty de mi vida, reconozcámoslo, todos tenemos un Dean Moriarty.
"Hector tío, mi coche, tu, yo, Fer, Raul y PORTUGAL. Viajote".
Antes de darme cuenta de lo que estaba pasando, Dani estaba sacando del armario mi mochila.
''Ala, ¿Dónde guardas los gallumbos?, que lo vamos a meter todo aquí'' Dijo con mi mochila en la mano.
Sorprendentemente accedí al instante. Era marzo de 2012 y la sucesión de días que se desplegaron salvajemente ante mí son una buena muestra de la locura de mi vida y de los que están a mi alrededor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario